miércoles, 22 de agosto de 2012

PINGYAO: Una Feria en Ávila


31/07/12

Amanezco durmiendo en el coche cama de un tren con destino "Pingyao". La abuela China, la mujer (Yong) y su hija (Luosa) son muy simpaticas conmigo. La abuela me dió unas chuches que resultaron ser unos higos envueltos individualmente como si fuesen caramelos.


Cuando llego a la estación de Pingyao está lloviendo; la mayoría de los turistas esperan que los recogan los taxis de sus hoteles, pero a mi no me espera nadie, así que hablando con unos y con otros me engancho con una familia francesa para llegar al centro y voy a mi albergue.


Pingyao es de las poquísimas ciudades antiguas que resistieron a la destrucción infame de la Revolución Cultural. Consiste en un centro histórico totalmente amurallado y en perfecto estado, digamos que es la Ávila de China. Tan solo el muro sur tuvo un derrumbe y se volvió a reconstruir, pero el resto es todo original y sus calles están dispuestas de forma cuadriculada.



En estas calles emergen una gran variedad de auténticas casas de época de la dinastía Ming perfectamente conservadas. El único problema del centro es que está tan recargado de negocios que se ha convertido en una verdadera Feria: es demasiado turístico.

En el Hostel conozco a Carlos y Berta de Madrid. A pesar de que chispea me voy a dar una vuelta con ellos por la ciudad. Muy curiosa la iglesia cristiana que hay allí, para la comunidad local china, que aunque muy modesta, no deja de ser interesante.




El centro está recargado de tiendas y de astutos comerciantes que intentan cobrarte por cualquier cosa. A última hora conocemos a Alejandro, un cubano exiliado en New York, a Carolina (Brasileña) y a Marthins, de holanda. Nos vamos todos a comer. La comida China es increiblemente buena y además aún no he tenido ningún efecto secundario.
 
Pingyao por la noche cambia a una visión genial. Farolillos rojos encendidos por las calles y enormes torres adornadas con luces como si fuese navidad. Pingyao hay que verla, pero con una tarde o un día es suficiente.



Se aprende mucho escuchando, y esta noche se habló mucho de actualidad económica, viajes, planes de futuro, lingüística, anécdotas y por supuesto todo acompañado de muy buena comida China. Una confusión constante entre inglés, español y chino entre cervezas y farolillos fueron los ingredientes para pasar un rato estupendo. Al fin tengo que despedirme de todos. Al dia siguiente tengo que coger un autobús para Xian.






Murallas de Pingyao, al anochecer.

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